16 abril 2012

EL COLOR DEL SOL. UN PASEO POR EL MUSEO DEL ORO. MUSEO DEL ORO, BOGOTÁ.


Museo del Oro. Bogotá.
Foto de Calamanda.
Recipiente para cal, 23,5 x 11,4 cm.
0-600 d. C.

El oro se asociaba con el sol por su color, brillo intenso e inmutabilidad.

Con este poporo encontrado en Antioquia en el siglo XIX, el Banco de la República inició en 1939 su Museo del Oro.
Imita un fruto de calabazo cuyas formas redondeadas se relacionaron con el cuerpo femenino.


Museo del Oro. Bogotá.
Collar.
Foto de Calamanda.-

Tecnologías como la metalurgia y la alfarería proporcionaron modelos para pensar en el universo.
La manufactura y los procesos técnicos inspiraron complejos mundos simbólicos.


Museo del Oro. Bogotá.
Serpiente.

Los adornos dorados expresaron el origen celestial y divino del poder de los gobernantes.


Museo del Oro. Bogotá.
Máscara.


Museo del Oro.
Collar y colgantes.

Museo del Oro. Patrimonio milenario de Colombia.


Museo del Oro.

Existe un relato de Gonzalo Fernández de Oviedo en la Historia General y Natural de las Indias, sobre un indígena en Quito que conocía la existencia de un rey dorado que "con cierta goma o licor que huele muy bien se unta cada mañana y sobre aquella unción asienta y se pega el oro molido y queda toda su persona cubierta de oro desde la planta del pie hasta la cabeza".

En las noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias occidentales, escritas entre 1621 y 1623 por Fray Pedro Simón, se reafirma la leyenda de El Dorado, porque se vuelve a mencionar la existencia de una laguna donde un cacique entraba en una balsa totalmente cubierto de oro en polvo y hacía ofrendas. Recuerda lo que escribió el cronista Juan de Castellanos en sus Elegías de varones ilustres de las Indias en que "cierto rey, sin vestido y en balsa iba por una laguna... y encima cantidad de oro molido desde los pies hasta la frente, como un rayo de sol resplandeciente".


Museo del Oro.
Collar.


Museo del Oro.
Recipiente para cal, 27,1 x 11,8 cm.
0-600 d. C.
Fundido a la cera perdida con núcleo.

Las figuras humanas en la orfebrería Quimbaya destacan por el realismo. En este poporo femenino destaca su cuerpo fornido y su desnudez.

Esta cacica ataviada muestra una actitud ensimismada y solemne. Chamanes, caciques, alfareros y orfebres ejecutaban rituales para asegurar la continuidad de los procesos cíclicos de la naturaleza.


Museo del Oro. Bogotá.
Pectoral, 15 x14,5 cm.
Este pectoral en forma de ave con alas desplegadas es de indiscutible estilo muisca.
Elaborado en oro por fundición a la cera perdida.
1080+/-40 d. C.

Los objetos de oro pulido reflejaban el brillo del sol y se potenciaban con su energía.
En rituales periódicos, la gente retornaba al sol su propia fuerza cósmica para revitalizarlo.


Museo del Oro.

Al cubrirse con oro, el cacique se apropiaba de las fuerzas seminales y procreadoras del sol. Encarnaba en esta tierra los poderes de esa deidad del mundo superior.


Museo del Oro.
Colgantes de orejera.


Museo del Oro.
Arriba y centro: Colgantes de orejera, 9,2 cm. y 9 cm.
Chiquinquirá, Boyacá.
Elaborados con la técnica de la filigrana fundida en oro.
1080+/-40 d. C.

En este par de colgantes de orejera, que personifican los rayos del sol, se puede ver la gran destreza de los orfebres muiscas.  

En algunas sociedades, los caciques y capitanes, al finalizar su largo entrenamiento en templos especiales, podían horadarse la nariz y las orejas para usar narigueras y orejeras.


Museo del Oro.
Arriba: Nariguera, 14,6 x 18,9 cm.
600 d. C.- 1600 d.C.
Boyacá.

Con decoración calada, esta nariguera con diseño de aves y con sus picos enfrentados se cuenta que transformó la cara de un importante personaje.

Los sacerdotes y chamanes, algunos vistos como genuinos hombres-aves, realizaban un vuelo mágico a través del universo. Su parafernalia con figuras de aves les daba poderes para emprender estos largos viajes.


Museo del Oro.
Trompeta.
Valle del Cauca.

Según mitos, los dioses entregaron los instrumentos musicales a los hombres para que con su sonido regeneraran el mundo. Eran objetos sagrados, exhibidos y usados sólo en determinadas ceremonias.


Instrumento musical.
Museo del Oro.
Trompeta, 40 x 5,6 cm.
200 a.C.- 200 d.C.

Esta trompeta fue inicialmente tallada en tres huesos humanos o de un mamífero acuático y después forrada en láminas finas de oro.
Es común en la región Calima este tipo de instrumentos musicales y está decorada con espirales divergentes.


Museo del Oro.

Los caciques difuntos, cubiertos de oro y a veces momificados se guardaban en montículos, templos, cuevas y otros sitios especiales. Estos lugares visibles manifestaban los vínculos de los actuales dignatarios con ancestros memorables.
La muerte era entendida como una transformación en otro ser o un renacimiento. Las almas de algunos reencarnaban en un descendiente, un oso, un árbol o una piedra. Para otros, los difuntos renacían en las tumbas, cuevas o túmulos, y permanecían cerca de sus deudos interviniendo en sus vidas; éstos les hablaban y atendían.
Las momias de algunos caciques fueron exhibidas en ceremonias y en la guerra, en donde con sus poderes protegían a la comunidad e infundían valor a los guerreros.


Máscaras funerarias.
Museo del Oro.

Bibliografía: Museo del Oro.


Museo del Oro. Bogotá.

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

-Alfonsina Storni-


Museo del Oro. Bogotá.

Todas las fotografías que ilustran este reportaje son propiedad de Calamanda y Le Désespéré de Gustave Courbet.