12 septiembre 2010

LA NARANJA DE BOTERO.

Fernando Botero. Medellín, 1932.
Cabeza griega. Óleo sobre tela.


"El mejor modo para entender a Botero es ver el Museo Nacional de Bogotá", escribió en 1991, el crítico italiano Vittorio Sgarvi en su visita al país.

                                                                                                      

Fernando Botero. Naranja.


"Mi interés fundamental es pintar una naranja más naranja, que sea todas las naranjas, el resumen de todas".
(Fernando Botero)

                                                 
Museo Nacional de Bogotá.


Museo Nacional de Bogota.


Fernando Botero. Naranja, 1977.
Óleo sobre tela.


Con esta naranja, ampliada, que recubre y estira los límites del lienzo, Botero recuerda nuevamente las tradiciones de la historia del arte: el tema del bodegón, trabajado frecuentemente en Europa del norte durante el siglo XVII. Son bodegones aparentemente inofensivos; pero con una mirada más cercana, se descubre que las frutas son atravesadas por insectos y que las hojas se marchitan. El tema subyacente: el paso del tiempo. En la Naranja de Botero, aparece un gusano que atraviesa la fruta; además del recuerdo de una tradición, este detalle crea una tensión entre formas de dimensiones tan diferentes. (Annick Casciero de Sanjurjo. "Botero. La magia de la realidad" En el Tiempo.)
                                                      

Fernando Botero. 20 de Julio. 1984.
Óleo sobre tela.


El título de la obra alude a la fecha del grito de independencia de Colombia que tuvo lugar el 20 de julio de 1810. El tema hace referencia a la actividad propia de la celebración en un día patrio: las banderas ondean en las casas, las gentes se engalanan y la atmósfera es de fiesta. En el primer plano, los personajes se saludan respetuosamente. Por el tratamiento que Botero da a la escena, las figuras aparecen en un saludo eterno, congeladas en el tiempo y en el espacio.                                                


Fernando Botero. El bosque, 1979.
Óleo sobre tela.


"Ese paisaje con lomita es otra manera de expresar libertad en lo relativo a fijación de proporcionalidad de mis elementos, tal como lo hicieron los pintores del siglo XIII y XIV. Además, las montañas del fondo comunican cierta sensualidad a la tierra, al suelo, con lo cual resuelven otro difícil problema"
(Fernando Botero).


Fernando Botero. El árbol, 1979.
Óleo sobre tela.


El tamaño del árbol en esta obra se extiende por casi toda la superficie del cuadro, el volumen lo da el follaje; estos elementos contrastan con el tamaño de los frutos y el cielo de azul celeste casi plano con nubes blancas alargadas. En la combinación de estos elementos se observan el humor con que trata el pintor un tema tan sencillo.

"Yo digo que lo que me sucede es que como he vivido tan metido dentro del problema de la pintura, si alguien me dice "un árbol", yo no pienso en el "árbol, árbol" que uno ve en la naturaleza, inmediatamente pienso en un árbol pintado por alguien. Cuando uno vive obsesionado con la pintura le puede suceder eso, y a mí me sucede".
(Fernando Botero)


Museo Nacional de Bogotá.


Fernando Botero. Los techos, 1979.
Óleo sobre tela.


En esta obra Botero alude a su permanencia en Cajicá, Cundinamarca, lugar donde se reencuentra con la vida cotidiana de las pequeñas aldeas.


Fernando Botero. Coco, 1951.
Óleo sobre tela.


En 1951, tras su primera exposición individual en Bogotá, Fernando Botero viajó a las poblaciones de Tolú y Coveñas y a las islas de San Bernardo. Allí realizó varios retratos de la vida cotidiana de las poblaciones que visitaba. Coco se enmarca en esta serie que evidencia el interés del artista por las figuras monumentales como componentes constitutivos del espacio. 


Fernando Botero. Los girasoles, 1959.
Óleo sobre tela.


En Los girasoles, Fernando Botero demostró su capacidad de trascender el tema del bodegón para explorar las posibilidades del medio pictórico. El espacio de esta obra no está construido a partir de una idea de adelante y atrás, sino que todo el color de las pinceladas se ofrece simultáneamente en un primer plano que envuelve al observador.



Fernando Botero. Niño de Vallecas, 1959.
Óleo sobre tela.


Fernando Botero es uno de los artistas colombianos que más dedicadamente ha investigado la historia del arte europeo, para reapropiar en sus obras diferentes técnicas y temáticas. Niño de Vallecas es una reinterpretación de una obra del pintor español Diego de Velázquez realizada en 1642. Botero retoma la figura de este bufón de la corte de Felipe IV, explorando un carácter que raya entre lo infantil y lo monstruoso.


Fernando Botero. La italiana, 1954.
Óleo sobre tela.


En este retrato se siente la influencia renacentista de pintores como Piero della Francesca. Corresponde al período en que Botero comenzó a dar peso y volumen a sus figuras. Aquí bordea el contorno con una línea negra y aclara el tono rojo a la altura de la manga.

"El arte, aun en reproducciones, me era casi totalmente desconocido. Luego descubrí la respectiva historia, y copié todo: desde las pinturas de las cavernas hasta la de nuestros días" 
(Fernando Botero)


Fernando Botero. Obispos muertos, 1958.
Óleo sobre tela.


Con un carácter fantástico y caricaturesco, pero a la  vez sombrío, Fernando Botero conforma un arrume de obispos, representantes de la fe católica. Pinceladas cargadas de color definen los cuerpos que yacen solemnemente, en concordancia con los lenguajes plásticos que el artista heredó de su interés por el Renacimiento italiano. Vista en contexto, la obra coincide con un momento histórico en el que la iglesia católica perdía jerarquía política en Colombia.

Fernando Botero. Arzodiabolomaquiq, 1960.
Óleo sobre tela.


En Arzodiabolomaquia, Fernando Botero sintetizó de manera violenta una convergencia entre varios aspectos de la cultura popular colombiana. Las figuras del bien y del mal -del diablo y del arzobispo- se confunden en una masa frenética de pinceladas cuya estructura parece prestada del encuentro de un toro con un torero.



"... Yo pinto colombiano. La verdad es que me nace pintar los paisajes y la gente de Colombia, pues es lo que he pintado toda la vida".
(Fernando Botero)

Museo Nacional de Bogotá.


Fernando Botero. Lección de guitarra, 1960.
Óleo sobre tela.


Hacia 1957 Botero exploró varias posibilidades de construir imágenes con una pincelada suelta y una paleta rica en color y formas que se amplían hasta adquirir proporciones descomunales. Lecciòn de guitarra resume temas anteriormente trabajados por el pintor como la enorme niña, el instrumento musical y la naturaleza muerte con manzanas.


Museo Nacional de Bogotá.

Todas las fotos que ilustran este reportaje son propiedad de Calamanda  y le Désespéré de Gustave Courbet.