07 enero 2010

ZURBARÁN: AGNUS DEI. MUSEO DEL PRADO.

Zurbarán. Agnus Dei, (1635-1640). Museo del Prado. Madrid.


Zurbarán, un artista brillante para el que pintar era sinónimo de respirar.


Museo del Prado. Madrid. F.Calamanda.


Museo del Prado. Madrid. F. Calamanda.

ZURBARÁN. AGNUS DEI



Este lienzo de Zurbarán es sin duda una de las mejores versiones conocidas de un tema del que se conservan bastantes obras análogas (realizó seis versiones).

De apariencia naturalista, es como un estudio tomado directamente del natural, para incluirlos posteriormente en composiciones de obras de mayor tamaño, como motivos secundarios, como es por ejemplo la composición de “La Adoración de los Pastores” de la Cartuja de Jerez.
Se considera que estos lienzos tienen un significado devocional como representación viva del Agnus Dei (Cordero de Dios) evangélico.

En el Agnus Dei del museo de San Diego podemos observar la presencia de una aureola en la que la referencia religiosa es inequívoca. Pero en este cuadro del museo del Prado que no muestra elementos específicamente devotos y que la presencia de los cuernecitos nos haga pensar más en un carnero pequeño que en un cordero, debemos plantearnos y dar por buenas las referencias literarias que con frecuencia se han aplicado a este tipo de representación.


Agnus Dei (Cordero de Dios). San Diego. Fine Art Gallery.



" Mansedumbre de condición, inocencia y pureza de vida y satisfacción de sacrificio".
(Fray Luis de León -De los nombres de Cristo-)

Estandarte de inocencia, de obediencia, de dulzura, el cordero con las patas atadas, abandonado sobre un tablero, es en todas las religiones antiguas, como ya se ha dicho muchas veces, la víctima adecuada para el sacrificio.
El triunfo de la pureza lo encarna su blancura y simbólicamente, la victoria d la vida sobre la muerte.
La sangre del cordero simboliza la de Cristo vertida en la Cruz.
Encontramos diversos ejemplos en los Evangelios, como por ejemplo en sus Epístolas, San Pedro y San Pablo afirman que la muerte de Cristo se hermana con la del cordero pascual.
San Juan Evangelista (I, 29) identifica a Cristo con el cordero, al poner en boca de Juan el Bautista las palabras “He ahí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
En el primitivo arte cristiano, aparece con mucha frecuencia en el lugar de Cristo un cordero. El concilio de Constantinopla de 692, para evitar confusión con las imágenes de los cultos paganos, exigió que Cristo se representase siempre con rostro humano. La Edad Media mantuvo siempre la representación del Cordero, aunque siempre con nimbo.
En el siglo XVII, reaparece con Zurbarán la antigua imagen simbólica ya renacida en la literatura mística.

La obra del museo de San Diego es como vemos en la fotografía, la única que presenta explícitos elementos religiosos y corresponde a un cordero verdadero sin cuernos.

Josefa de Obidos. Agnus Dei.



De la versión de San Diego podemos admirar varias representaciones realizadas por la pintora portuguesa Josefa de Obidos y que una de ellas se encuentra en el Museo de Evora. En todas ellas el cordero de Zurbarán se copia literalmente y en algunos casos se le rodea de una rica guirnalda de flores.
Las restantes versiones de Zurbarán son en realidad carneros de desarrollada cornamenta, pero no por eso deben considerarse desprovistos de carácter simbólico.

Agnus Dei. (fragmento), (1635-1640). Zurbarán.
Lienzo de 0,38 x 0,62 cm.
Al dorso, lacres con el escudo de Fernando VII.
Madrid, Museo del Prado.




Zurbarán, en este cuadro del Museo del Prado, nos muestra aquí su extraordinaria maestría y su capacidad evocativa. Con una simplicidad de medios consigue reflejar una mansedumbre celestial.


Agnus Dei (fragmento).


La sensación de abandono y la portentosa técnica empleada refleja con exactitud la delicadeza de las pestañas, la humedad del hocico, el tacto d la lana, con apretados vellones, la dureza áspera de los cuernos, todo ello a su vez se hermana con gran maestría en el tratamiento de la luz y que hace sobresalir la masa blanquecina de un fondo oscuro denso, con unos matices extraordinarios de una reducida gama de color.

Zurbarán ha atado las cuatro patas y las saca hacia el espectador creando mayor sensación de volumen y nos hace partícipe de la escena.

Madrid. Museo del Prado. F. Calamanda.