26 febrero 2009

HERMINE GALLIA Y GUSTAV KLIMT






Gustav Klimt escribió : “Estoy convencido de que no soy una persona especialmente interesante. No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche. Figuras, paisajes; de vez en cuando, retratos. Las palabras habladas o escritas, no me salen con facilidad, especialmente cuando tengo que decir algo sobre mi mismo o sobre mi trabajo…Si alguien quiere descubrir algo en mi …, puede contemplar atentamente mis pinturas y tratar de descubrir a través de ellas lo que soy y lo que quiero”.

Sin embargo, el hombre poco interesante será uno de los creadores más originales en las primeras décadas del siglo XX.



RETRATO DE HERMINE GALLIA (1903-1904)
Óleo sobre lienzo, 170,5 x 96,5 cm

Nacional Gallery, Londres.

Esta obra iniciada en 1903 y expuesta inconclusa en la muestra que al año siguiente la Secesión dedicaba a Gustav Klimt, es uno de los primeros retratos por encargo dentro de la producción del pintor en el que aparecen los elementos decorativos de tipo geométrico tan característicos de sus creaciones posteriores, aunque en este caso intervengan de una forma casi imperceptible en la parte inferior del vestido y en la alfombra sobre la que se sitúa la mujer. Pero la obra se concibe en un estilo altamente naturalista.

Hermine Gallia (1870-1936), fue miembro de una de las familias más importantes en la Viena de comienzos de siglo en lo que a economía y protección de las artes se refiere.

Hermine Gallia aparece elegantemente vestida en un traje de gasas, encajes y bordados representado en todo su esplendor volumétrico y lumínico gracias a una postura, intermedia entre el retrato de perfil y el retrato frontal, que facilita el giro de la cola sobre la alfombra. Tras realizar alrededor de 40 bocetos, semejante recurso fue el que permitió al pintor concentrar la atención en la gran masa de telas bajo la cual se disuelve el cuerpo de la retratada.

Como en la mayor parte de los retratos realizados por este artista vienés, el de Hermine Gallia representa a una mujer de gran belleza, cuyo rostro está enmarcado por su cabellera negra recogida sobre la nuca. Aunque en esta pintura Klimt no utiliza un colorido demasiado amplio ni contrastado, es evidente que con una restringida gama consigue unos resultados extraordinarios.

Las tonalidades cambiantes del vestido, así como las del fondo del cuadro, son de gran suavidad y elegancia. El carácter vaporoso de la tela de gasa del vestido está conseguido aplicando una técnica de pincelada suelta y visible.




El rostro queda enmarcado por el cabello negro y el rubor de las mejillas se acentúa para conferir mayor expresividad y belleza.

La riqueza de la vestimenta que lleva Hermine Gallia se pone sobre todo de manifiesto en el bello bordado que luce en la zona de la cintura. Acordes con este detalle están las sortijas de piedras preciosas que se ven en sus manos.






El retrato responde al gusto típicamente modernista en los contornos de la retratada, deudores tanto del ritmo sinuoso del Art Noveau como de los perfiles de las geishas de las estampas japonesas que se manejaban en la época, y en la atmósfera armoniosa del conjunto tan cercana a los retratos de sociedad realizados por James Mc-Neill Whistler.

La obra originariamente en la colección de la familia Gallia, perteneció al profesor Hans Jahre de Viena hasta que en 1976 pasó a formar parte de los fondos de La Nacional Gallery de Londres.


***


SIGLO XIX – Art Nouveau – KLIMT

El año 1886 es una fecha clave para comprender el comienzo del cambio de las sensibilidad estética europea, se celebraba la última exposición impresionista con la que, simbólicamente se cerraba un periodo artístico nacido en la década de 1860, dejando su lugar a unas nuevas generaciones de creadores cuyos planteamientos eran bien distintos: Crear un arte basado en las experiencias humanas, como la invención, el sentimiento o las emociones. El artista crearía a su manera las formas y los colores. Movió a numerosos artistas a realizar un arte que fuese una evasión del mundo. Tendencias y corrientes como el Simbolismo o el Art Nouveau encarnaron estas nuevas ideas que por su modernidad, ya anunciaban los planteamientos de muchos de los movimientos de los primeros años del siglo siguiente (cubismo, arte abstracto…) no obstante fue un poco antes, en el mismo seno del Postimpresionismo. Tenemos que enfrentarnos a figuras como Paul Gauguin y Vincent Van Gogh en las que se pueden entrever algunos de los rasgos propios de la época que también engendraría a otro gran creador como Gustav Klimt.

El Art Nouveau constituyó un amplio movimiento artístico que floreció entre 1890-1905 en Europa y en Estados Unidos. Antes de aplicarse a dicho movimiento, el término Art Nouvea designó al establecimiento que Samuel Bing inauguró en Paris, en 1895, una galería especializada en artes decorativas y objetos del lejano Oriente, que también expuso las obras de algunos artistas europeos contemporáneos.

Empezó a difundirse en Viena y Munich a través de una asociación artística fundada en 1897, conocida como secesión. El Art Nouveau preconizó la unidad de todas las artes, algo que se había perdido en el siglo XIX.

CARACTERISTICAS PRINCIPALES.
Las representaciones privilegiaron las curvas femeninas, el mundo vegetal y la repetición de movimientos geométricos, y las composiciones de carácter simplificado, renunciaron a la profundidad. Las pinceladas libres plasmaron arabescos, esquematizando y perfilando las formas, y en su renuncia al volumen, los artistas pintaron vastos planos de colores intensos y uniformes.


GUSTAV KLIMT



El pintor manifestó: “No existe ningún autorretrato mío. No me interesa mi propia personalidad como objeto de un cuadro, sino más bien me interesan otras personas, en especial mujeres, otras apariencias…estoy convencido de que como persona no soy especialmente interesante”.


El austriaco Gustav Klimt (1862-1918) pintor y artista gráfico de fuerte personalidad y gran talento, fundó en 1897 el movimiento vienés secesión. Klimt tradujo las ideas abstractas en símbolos poéticos, gracias a la aplicación de pan de oro y plata a la pintura, la estilización de las curvas femeninas y la decoración de los cuadros con profusión de motivos inspirados en los mosaicos bizantinos.

Su pintura inicial estaba inspirada en los suntuosos diseños decorativos de Makart (el llamado “príncipe de los pintores”).

Debe sus influencias al impresionismo, simbolismo y al Art Nouveau. Con su obra de gran simbolismo, mostró una especial sensibilidad por la belleza y el misterio femenino. Influyó en artistas como Kokoschka y Schiele.

Gustav realizó algunos viajes, visitando Munich una de las ciudades más vanguardistas del momento. En este viaje pudo conocer la obra de Fernand Khnopff, cuyo estilo simbolista influirá en los trabajos realizados por Gustav entre 1895-1898.

Una de las principales exposiciones del grupo secesionista será la organizada en 1902, dedicada a la escultura de Beethoven realizada por Max Klinger. Para este importante evento, Klimt pinta una de sus obras fundamentales: El Friso de Beethoven. Richard Wagner, presente a través de la obra de Klimt y que celebra justamente, el “Friso de Beethoven”, inspirado en la novena sinfonía y que relata en forma alegórica la salvación del hombre a través del arte.




Detalle del Friso de Beethoven


También en 1903 hace un importante viaje por Italia, visitando Florencia, Venecia y Rávena, interesándose por los mosaicos bizantinos, que decoran las iglesias de San Vital y San Apolinar. Algunos estudiosos sugieren que esta doble visita a Rávena provocará el inicio de “su fase dorada”, cuyas obras más importantes son “El beso” y el retrato de Adele Bloch-Bauer I.


El Beso



Retrato de Adele Bloch-Bauer I


En 1909 visita París, interesándose especialmente por la obra de Toulouse-Lautrec y de los fauvistas, encabezados por Matisse. También le llaman la atención los trabajos de Van Gogh, Gauguin y Munch. A su regreso a Viena se produce un importante cambio en su pintura ya que finaliza la época dorada y empieza la etapa identificada como caleidoscópica, ya que el decorativismo y la diversidad de colores se adueñan de las telas, como se puede observar en Muerte y Vida o el retrato de Eugenia Primavesi



Retrato de Eugenia Primavesi


Será en 1911 cuando realice un largo viaje por Europa visitando diversas ciudades, entre ellas Madrid, donde pudo contemplar los trabajos de su admirado Velázquez. No olvidemos que Klimt llegó a manifestar que solo había dos pintores en la historia: Velázquez y él mismo.

Karl Moll decía: “Le gustaba levantarse temprano y necesitaba hacer ejercicio… No descansaba a mediodía. Con frutas y dulces tenía bastante hasta la cena, que tenía que ser de lo más abundante”.

La muerte de la madre del pintor en 1915 supondrá un duro golpe para él, provocando que su paleta se haga más oscura, lo que conducirá a que sus paisajes tiendan al monocromatismo.


Lo que se conoce de su personalidad es fundamentalmente gracias a terceras personas, recuerdos de amigos o comentarios de sus seguidores. En uno de los textos se le describe: “Es bajo y corpulento, más bien grueso, atlético…, posee unos modales divertidos, rudos y genuinos, la piel morena de un marino, pómulos marcados y ojos pequeños vivaces. Quizás para alargar un poco su rostro lleve el pelo levantado a la altura de las sienes. Esto es lo único que de lejos, permite intuir a un individuo cuya ocupación es el arte. Tiene una voz potente y habla con un acento marcado. Le gusta mucho bromear

Otros textos en cambio le describen como una persona ”callada”.

El completo desinterés del propio Klimt hacia su persona se manifiesta en la inexistencia de autorretrato alguno, a excepción de una pequeña caricatura y algunos elementos de ciertas obras que se han considerado como autorretratos.

No era una persona social, sino más bien un hombre solitario, y la preocupación de sus hermanos era evitarle las molestias de la vida diaria. “Cada noche venía a casa, tomaba la cena en silencio y se iba a la cama… Cuando había descansado, retomaba con tal ímpetu el trabajo que a menudo pensábamos que las llamas de su genialidad lo consumirían vivo…”

Arte refinado y decorativo, cuyas suntuosas alegorías femeninas chocan a menudo a sus contemporáneos, al igual que las elucubraciones inquietantes del Dr. Freud. Sus paisajes, más bien tardíos en su obra, no responden a ninguna exigencia topográfica ni naturalista. De formato a menudo cuadrado y sin abrirse a ninguna lejanía, aparecen más bien como superficies planas con motivos geométricos, como el mosaico de los “Rosales bajo los árboles”.



Rosales bajo los árboles


En sus obras del último año del siglo XIX muestran la determinación del pintor por continuar arriesgando en sus creaciones artísticas.

Schiller dijo: “Si no puedes agradar a todos con tus acciones y tu arte, agrada a unos pocos. Agradar a muchos es malo”.

Las palabras de Schiller con que había ilustrado su representación de Nuda Veritas dos años antes tomaban su aplicación práctica: la verdad sólo se puede dar tal cual es, desnuda, sin ropajes o máscaras. Y toda la controversia suscitada por su obra no hacía sino reflejar la dialéctica entre tradición y modernidad.



Nuda Veritas

La mayoría de sus cuadros están cargados de un sentido lírico-decorativo y retratan a mujeres fatales, jóvenes, pelirrojas y sensuales.

Murió en el año en el que también desaparecerán grandes figuras de la creación como: Otto Wagner, Koloman Moser y un joven Egon Schiele.

El legado artístico de Gustav Klimt requiere, y seguirá requiriendo, nuevas retrospectivas que nos aproximen a una obra que, en tanto eterna, será siempre inagotable.

Como se deduce, Gustav Klimt era una persona introvertida, callada, con un enigmático mundo interior; pero no obstante, una persona que se vio eclipsada como tal por su condición innata de artista.

Gustav Klimt es uno de los creadores más originales de las primeras décadas del siglo XX y más significativos en la Historia del Arte.

Bibliografia:
Museos del Mundo.National Gallery
Mil Pintura de los Grandes Maestros.
Museo d´Orsay.París
Klimt.El artista del alma

Grand Hotel de Paris.Calamanda


¿Habrá que sufrir eternamente, o eternamente


huir de lo bello? ¡Déjame, Naturaleza,


hechicera sin piedad; rival siempre victoriosa!


¡Cesa de tentarme, en mis deseos y en mi


orgullo! El estudio de la belleza es un


duelo en el que el artista grita de


espanto antes de ser vencido.

El confiteor del Artista
De Spleen de París (Baudelaire)


El padre del simbolismo fue el poeta francés Charles Baudelaire, una de las figuras clave, junto a Klimt del simbolismo pictórico

12 febrero 2009

LAS ESPIGADORAS. EL ANGELUS. JEAN FRANÇOIS MILLET






Millet percibía en el paisaje algo más que lo que se percibe a través de los sentidos:

Cuando regreso a casa por la noche, oigo hablar entre ellos a esos grandes diablos de árboles. No los entiendo, pero esto es culpa mía. Voilà tout ! “.



Jean François Millet



LOS PINTORES DE BARBIZON

JEAN FRANÇOIS MILLET

Gruchy (Gréville) 1814-Barbizon 1875

El “Pintor de los campesinos”

Hijo de campesinos normandos, recibió sus primeras clases de pintura en Cherbourg. Una beca municipal le permitió ir a París y estudiar en el taller de P. Delaroche, pintor de cuadros históricos, de 1837 a 1839. Después se ganó la vida a duras penas con la venta de retratos y cuadros de tema galante de estilo rococó. Entre 1841-1845 vivió frecuentemente en Cherbourg y también pasaría allí gran parte de los últimos años de su vida.

Las escasas marinas que pintó proceden de allí o de El Havre. En 1849 se unió a la Escuela de Barbizon, estableciéndose también en esta ciudad donde viviría pasando grandes estrecheces. Los pintores de esta escuela, Troyon, Díaz, Dupré, y especialmente Rousseau, gozaron de su amistad.

En el curso de los años cincuenta, Millet encontró su tema personal: la representación de la vida campesina. En esta época nacieron sus obras más famosas: “ El sembrador” a conocer en el Salón de 1851, “ El cribador”, “ Las espigadoras” y el “ Angelus”. En ellas, Millet muestra el arduo trabajo de los campesinos, pero no a la manera de Courbet, que refleja su vida llena de privaciones de forma objetiva y realista. Mediante evocadores efectos luminosos y el aspecto voluminoso de las figuras, él otorga a la mísera existencia de estas gentes una solemnidad casi religiosa.

La verdadera humanidad llena de poesía sublime “ se le manifiesta en la miseria de estos campesinos.

En 1867 recibe un premio en la Exposición Universal de París. En su tiempo Millet halló un reconocimiento limitado. Sus composiciones fueron tachadas de subversivas, por sus motivos de tipo social, o sensibleras. Sin embargo, con el tiempo su obra ejercería un gran influjo en la evolución del realismo e impresionaría especialmente a Pisarro y Van Gogh. En 1889, el “Angelus” se subastaría por la astronómica suma de 553.000 francos.

“Es imposible imaginar que esas personas podrían pensar en ser algo distinto a lo que son –declaró en una ocasión Millet-; pero nosotros podemos ver la opresión, aunque ellos ya no la sientan. Quizás se nos muestre para que reaccionemos contra ella”. Este objetivo socio-político que perseguía a Millet con sus cuadros, no se pone de manifiesto en ellos. Pero, al parecer, consiguió reflejar los conocimientos de su público, que le consideraba un republicano revolucionario. Con todo, a muchos de los críticos coetáneos, sus cuadros les parecían melodramas sentimentales.

Cezanne tachaba a Millet sencillamente de “llorón”, a pesar de que –como dijo el propio MIllet- intentó evitar realizar varias versiones de todo lo que pudiera parecer sentimentalismo.

Por el contrario Van Gogh le consideró como su padre artístico y Dalí realizó varias versiones del tema del Angelus, al que dedicó todo un libro.



Salvador Dalí.

Reminiscencia Arqueológica de El Angelus de Millet (1933)


Millet se convirtió en uno de los primeros que, después de los pintores de géneros holandeses, recuperó el trabajo, como tema principal del arte.

Millet dignificó la imagen del campesino.

Aproximándose a Daumier por su sentido del contraste de luces y sombras y de la construcción del cuerpo humano, lograda a través de la simplicidad de sus volúmenes. Su pintura tendió siempre a ser opaca y terrosa.

Baudelaire, espíritu clarividente, pero agrio, le echaba en cara además los asuntos de sus cuadros: “Hace alarde de un sombrío y pesimista embrutecimiento en sus campesinos que excita nuestro furor. Parecen decirnos: somos los “desheredados del mundo, los únicos que producimos gracias a nuestro trabajo”. Alguna verdad hay en ello; pero Millet buscaba algo que un dilettante en pintura, como Baudelaire, no llegaría a comprender.

Millet ante las observaciones adversas de algunos críticos decía: “Creen que me harán retroceder, que me convertiré al arte de los Salones. Pero no: campesino nací y moriré campesino. Quiero pintar lo que yo siento”.

No obstante, cuando murió el artista en 1875, se demostró el aprecio que había suscitado su arte. Después, su gloria creció.


LAS ESPIGADORAS


Las Espigadoras.
Óleo sobre lienzo, 83,5x11 cm.
Paris. Musée d´Orsay
Jean François Millet

Las espigadoras (1857). Famosa obra, que ofrece los más suaves efectos cromáticos. Representa a tres mujeres trabajando bajo el sol.

Constituye una de las obras fundamentales del realismo. El cuadro descubre el aspecto menos bucólico del trabajo rural haciendo hincapié en el social, un motivo que prevalecerá siempre como verdadero interés del pintor. Tres campesinas trabajan el campo iluminadas por una tarde crepuscular que infiere dramatismo a la escena-la aplicación de la luz, a su vez, es una de las características que permite la relación de Mollet con el movimiento impresionista-.

Las mujeres, ataviadas con la vestimenta típica normanda, recogen inclinadas los restos de la cosecha, el trabajo más duro y menos reconocido entre las tareas rurales. La posición de las campesinas –una de ellas, la que se encuentra a la izquierda del cuadro, apoya su mano en la espalda dolorida- y la hora en que se manifiesta la escena, dan cuenta de la fatiga que representa su labor. Sin embargo, Millet sitúa los personajes en primer plano, en una actitud de estoicidad introspectiva y silenciosa, otorgándoles de esta forma un carácter heroico.

Al fondo de la tela podemos observar los almiares y una carreta cargada; más lejos, las casas. Los colores, de gran vivacidad, en el conjunto compacto que forman las figuras de las campesinas, se encuentran acentuados por la leve tonalidad del resto de elementos que completan la composición.

Balzac explica que la recogida de las espigas sólo estaba permitida a las personas que se hallaban en posesión de un certificado de indigencia expedido por el alcalde; el derecho de espigar sólo se concedía a los pobres de la propia población. Es importante conocer estas circunstancias para comprender el efecto que causó este cuadro en su época, cuando un crítico no vaciló en suponer que en “Las espigadoras” se encontraba el “aguijón para espolear los levantamientos de masa y los cadalsos de 1793”.
Los asuntos de los lienzos de Millet, sacados de la vida campesina, son suficientes para considerarlos como revolucionarios, y por ello peligrosos.

En si mismo, el lienzo de “Las espigadoras”, de los más pobres entre los pobres, proporciona una impresión de absoluta armonía. El hombre y la naturaleza en total concordia, como manifestaciones de un orden natural superior. El sol vespertino ilumina expresivamente, por igual, a las personas y al paisaje, bañándolos en tonos suaves. Las pesadas figuras de las mujeres, siluetas monumentales que ocupan el centro, han provocado por su belleza la comparación con las Sibilas de Miguel Angel.

La repetición de la postura agachada y sus movimientos adoptan un ritmo armónico, sin mostrar nada del trabajo y de su esforzada actividad.

Las bañistas (1848), obra de juventud, muestra la maestría del pintor en la ejecución del cuerpo humano, muy bien delimitado, algo que le permitiría dar peso y densidad a los campesinos de sus cuadros. Así fue para “ Las espigadoras” (1857), en la que la deseada pesadez escultural aparece gracias a la síntesis simplificada de las formas; esos personajes, que parecen sacados de un bajorrelieve, realizan su trabajo como si fuera un ritual con lentitud y nobleza.

Los pesados y ajados ropajes están ejecutados con tonos apagados pero animados con los rosas y azules.


Las Espigadoras colgado en la pared del Musée d´Orsay

Jean-Français Millet, representa a estas espigadoras aún trabajando, con los hombros caídos, los rostros anónimos absortos en su tarea, y una luz rasante que destaca los gestos de estas campesinas cansadas, como si una misma mujer fuese vista en momentos sucesivos de su trabajo. Este cuadro fue muy criticado: “Es así como, de la austeridad a la rudeza, y de la simplificación a la abstinencia, los campesinos de Millet vuelven gradualmente a la vida salvajeescribe uno de los críticos más hostiles a Millet.




EL ANGELUS


El Angelus. (hacia 1858/59)
Óleo sobre lienzo. 55.5x66 cm.
París. Musée d´Orsay
Millet


Su célebre Ángelus, con sus dos sobrias figuras a contraluz, es una creación maravillosa.

Bajo el claro del sol poniente, el campesino y su mujer han interrumpido su trabajo para rezar, gozando así de un breve instante de descanso. Al parecer, han tenido una jornada agotadora de trabajo en el inmenso campo de patatas; las herramientas de trabajo indican que, tras la recitación del Ángelus, continuarán esa labor que da la impresión de no terminar nunca. Parecen integrados en un orden natural querido por Dios, en el que desempeñan su trabajo “como el sacerdote un acto sagrado” (según un crítico de la época).

El Ángelus, con sus dos siluetas estáticas que parecen monumentales gracias a la sencilla presentación al dibujo vigoroso y sintético, en medio de una tierra profunda que parece alcanzar el horizonte como si fuera el mar.

La pincelada es densa, los tonos mates. Se trata de una imagen impactante de la que conocemos su extraordinaria popularidad, algo que le ha perjudicado. Reproducida y difundida en todos los soportes, copiada, caricaturizada, El Ángelus fue conocida muy pronto hasta en los rincones más aislados.

El Ángelus, tela monumental a pesar de sus dimensiones modestas, Millet evoca no sólo el trabajo cotidiano de los campesinos, sino también los ritmos inamovibles de esta vida simple, otorgando a sus figuras un carácter de eternidad.

El Ángelus es un cuadro que hice pensando cómo mi abuela, antaño, cuando trabajábamos en el campo, al escuchar el tañido de la campana nos hacía interrumpir nuestro trabajo para rezar el Ángelus por los “los pobres muertos”, piadosamente y con el sombrero en la mano”, escribe en una carta en 1865 en la cual la nostalgia predomina sobre el realismo.


Las figuras de Millet son masas pesadas y tristes, con la cabeza baja, sumidas en la desolada inmensidad de las llanuras inacabables. Sus contemporáneos le reprocharon siempre su visión áspera y triste de la vida de los campesinos. Sin embargo, el pintor consideraba que “Al mirar la naturaleza y los hombres nunca he visto su aspecto alegre”. Para él que parecía escuchar las voces profundas de la naturaleza, interpretaba una realidad que, aun sin comprenderla como él afirmaba, transcendía cualquier sentimiento de complacencia bucólica.

Lo primero para Millet, en el campo, es el hombre. Nunca olvida en sus composiciones
al campesino. “Es el lado humano, lo que me interesa más en el arte… Y jamás se me presenta con cariz alegre; su alegría no sé dónde está, no la he visto todavía… Lo más alegre que aquí he llegado a conocer es la calma, el silencio de los bosques y campos”.

Bibliografia :
Maestros de la Pintura Occidental
Mil pinturas de los Grandes Maestros
Entender mejor la pintura en Orsay.
Museo d´Orsay



Calamanda. París

La realidad es siempre más grande

–mucho más grande- que todo lo

que podamos conocer o que

cualquier cosa que podamos decir

sobre ella. Incluso cabe sospechar

que existe más realidad de la que

todo aquello que medimos

revelará alguna vez


Michel Crichton (1942-2008)
In memorian

01 febrero 2009

LE DÉSESPÉRÉ Y LA FEMME À LA VAGUE. GUSTAVE COURBET







“La pintura es un arte esencialmente concreto, no puede consistir más que en la representación de las cosas reales y existentes. Es una lengua completamente física, que tiene como palabras a todos los objetos visibles”
Gustave Courbet



Fotografia de Gustave Courbet


Gustave Courbet, uno de los principales representantes del realismo, adoptó este término en 1855 para referirse a un estilo surgido en Francia tras la revolución liberal de 1848. Posteriormente, esta corriente se extendió por el resto de Europa y llegó hasta Rusia, donde dio lugar a una moda pictórica basada en la representación de escenas anecdóticas y pintorescas, que perduró hasta finales del siglo XIX.

Gustave Courbet (Ornans 1819-La Tour de Peliz 1877). Tras acabar su bachiller en Bensançon, Courbet se traslada a Paris en 1840 para estudiar derecho. Su formación artística fue básicamente autodidacta. Sus maestros fueron, entre otros, Velázquez, Hals, Rembrandt y los pintores venecianos, a los que copió en el Louvre y durante su viaje a Holanda en 1846. En 1844 expuso por primera vez en el Salón de Paris, en 1848 conoció a Corot, Daumier y Baudelaire. Sus primeras obras con temas de Goethe (Faustus), Victor Hugo y George Sand, están teñidas de un romanticismo que pronto abandonará.

Entre las principales obras de su primera época cabe destacar los autorretratos. Será a partir de 1849/50 cuando crea sus primeros cuadros realistas.


Courbet ambicionaba un arte realista con una función social. “Mantengo que la pintura es un arte absolutamente concreto y que sólo puede existir en representaciones de cosas reales y concretas…”

Maupassant (1850-1893). Escritor francés, considerado como uno de los grandes maestros del cuento de la literatura universal, tuvo oportunidad de observar al pintor en Etretat en 1869 y describió su forma de trabajar de modo detallado: “En una gran sala vacía, un hombre gigantesco y sucio aplicaba manchas de color blanco sobre un gran lienzo vacío con un cuchillo de cocina. De vez en cuando, se acercaba a la ventana, apoyaba la cabeza en el cristal y se paraba a contemplar la tormenta del exterior. El mar se acercaba tanto que parecía querer estrellarse contra la casa, sumergida en la espuma y el estruendo…Así nació: “ La ola”, una obra que turbaría al mundo...




La Ola. Courbet


La pintura de Courbet tuvo una gran acogida en Alemania. Courbet, que asesoró e influyó en los futuros impresionistas, es uno de los principales representantes de un realismo democrático que está basado en la percepción sensorial y que revela las contradicciones internas de la realidad.

Pocos artistas habrán sido más vapuleados por la represión política que Gustave Courbet. Pero el ensañamiento contra Courbet acabó literalmente, con su vida.

Era un gran provocador: “Quería saber el grado de libertad que nos concede nuestra época”, escribió el artista. Era un pintor libertario y vital, y que jamás renegó de sus principios.

Fue uno de los pintores más importantes del siglo XIX y representa, al lado de novelistas y poetas como Baudelaire, Balzac, Flaubert y Maupassant, la energía creativa del progreso que explotó a mediados del siglo tras la era romántica. Quiso mostrar la vida tal y como era, con desbordada fuerza realista, en esa época de cambios acelerados.

Para Courbet, el realismo significaba ser “un amigo sincero de toda la verdad”.

Cuenta entre sus amigos más íntimos con : Promayer, Bruyas, el filósofo socialista Pierre-Joseph Proudhon (que tanto había influido en sus convicciones políticas), Cuénot y Bouchon, el novelista Jules Champfleury y el autor de “ Las flores del mal ”Charles Baudelaire.

Courbet siempre fue un gran increpador, alguien que estableció qué era lo correcto en el arte y en la vida, todas sus pinturas están imbuidas de un celo correctivo y descriptivo. Es un pintor realista y lo dice a la cara. “ Grita fuerte y camina erguido “, era al parecer una máxima de la familia de Courbet, y a lo largo de las cartas del pintor, que abarcan toda su vida adulta, Courbet grita fuerte y escucha contento el eco.

Aunque gran parte de esta arrogancia parece natural, también estaba confeccionada para el mercado, quedó atrapado en su imagen pública, que más tarde llegó a ser indistinguible de su verdadera naturaleza. Quería ser aceptado y rechazado al mismo tiempo.

La única persona ante la que Courbet se acobarda es Victor Hugo, el único francés del que hubiera admitido que era más famoso, y al que escribe cartas con inquietud y congraciadoras.

A través de su idiosincrasia? y poderoso realismo, su cortejo de prensa y la controversia, Courbet se convirtió en una figura pionera en la historia del arte moderno.
Una nueva generación de pintores entre ellos Manet, Monet, Fantin-Latour, Degas y Whistler, se comunicaron a la personalidad y su enorme realismo?. Courbet se convirtió de inmediato en el artista más polémico de Francia.




Le Désespéré (1843-1845). Courbet
Óleo sobre lienzo (45x55cm)
Colección Privada

Los autorretratos de juventud . Por primera vez, el artista, en una visión romántica, se sitúa en el centro de su obra, confiriendo a sus autorretratos un lugar principal, que hacen pensar en Rembrandt.
Con su búsqueda exaltada de una fijación intensa del yo como artista suponen todo un descubrimiento.

Courbet en 1855 exhibió un grupo de estos casos de autorretratos, en la retrospectiva de su trabajo que organizó en su pabellón de realismo. Frente a tantas encarnaciones del artista, el crítico Maxime du campamento se quejó: “Courbet agitando, Courbet caminando por todas partes… Courbet, Courbet siempre”

Los autorretratos de opinión ponen de manifiesto su evolución desde principios de la exploración de un romántico, trovador de imágenes inspiradas en la estética realista que definiría a su carrera.

Courbet asume una serie de personajes en sus autorretratos, haciéndose pasar por un músico, un amante de heridos, y, más dramáticamente, como un hombre conducido a la orilla de la cordura en “El Desesperado”. Courbet en muchos de los autorretratos refleja emulaciones del estilo y de las obras de los maestros renacentistas y barrocos especialmente Tiziano y Rembrandt.El estilo de Courbet se caracteriza por una factura vigorosa y artesanalmente sólida, aunque a menudo hiciera uso de la espátula, y por una coloración casi siempre oscura.



EL DESESPERADO


La obra de juventud, Le Désespéré (1843 ?) presenta al joven Courbet - con los ojos fijos y desorbitados, la nariz dilatada, la boca ligeramente entreabierta, una mano alzada sobre la cabeza y la otra tirándose violentamente del pelo- enfrentado directamente al espectador; casi embistiéndole. Le Désespéré se ha caracterizado como un intento de captar “de forma realista”, un efecto expresivo momentáneo, sin embargo cuanto más contemplamos el cuadro, menos plausible parece esta posibilidad, sino de retratar una acción y en cierto sentido de dramatizar el impulso a una proximidad física extrema que ya hemos visto en otros cuadros de Courbet.

Esta idea contribuye a explicar la iluminación del cuadro que, de otra forma, podría parecer arbitraría: la luz acentúa –la nariz y el codo del hombre desesperado- que ejercen presión contra la superficie del cuadro; y la ondulación de un pañuelo azul grisáceo a lo largo del borde inferior tiene el efecto de suavizar la horizontalidad del bastidor.

En este cuadro tan excéntrico, parece que Courbet hubiera deseado eliminar o deshacer cualquier tipo de distancia mediante un acto de agresión física, no sólo entre la imagen y la superficie pictórica, sino también, y lo que es más importante, entre el protagonista y el espectador, intentando salvar el vacío existente entre ambos y convirtiéndoles en una sola cosa.


Courbet mismo nunca mencionó esta obra enigmática, que permaneció con él hasta su muerte. La pintura ha sido leída como “una cabeza de expresión”, que es un ejercicio académico en la tradición de Charles Le Brun (1619-1690), una imagen del artista como genio loco, y un libro autobiográfico que representa al artista en un momento de personal y crisis artística. Probablemente fue pintado alrededor de 1843-1845.

Mirando hacia atrás en sus primeras luchas, Courbet comentó: ”¡ Cómo me hizo sufrir la desesperación de mi juventud !”.


La femme á la vague. (1868). Courbet
Óleo sobre lienzo, 65x54 cm.
The Metropolitan Museum of Art New York

“…¡Oh, Rossini! ¡Oh, Mozart! ¡Oh, los genios inspirados en todas las artes, que

extraen de las cosas solo aquello que se debe mostrar al espíritu! ¿Qué diríais

delante de estos cuadros ? "
Eugéne Delacroix, Journal,
15 de abril de 1853

LA MUJER DE LA OLA.


Courbet es uno de los pintores que mejor ha sabido expresar la sensualidad del cuerpo femenino, pero el erotismo aumenta en la “Mujer de la Ola”, 1868, cuyos pezones son sin duda los más carnales y atractivos de toda la historia de la pintura.

El impacto erótico, por no decir pornográfico, es todavía más importante. La postura, un busto de tamaño natural que emerge de la ola, no tiene nada de académica; los brazos alzados dejan ver el vello de las axilas, representación excepcional en la época y, por ello, más turbadora; la aplicación de tonos rojos y azules no es arbitraria, sino que realza la hinchazón del seno e indica el movimiento de la sangre agitada por el frío, que sonrosa las mejillas y que hace que los pezones estén erguidos. La espuma, aplicada o tal vez lanzada en proyecciones espesas sobre este vientre parcialmente sumergido, constituye la metáfora, evidentemente escandalosa, del semen masculino.

El desnudo femenino, es un o de los mayores desafíos para Courbet quien pinta sus primeros desnudos en los años 1840.

Escandalizó a sus contemporáneos con su visión realista de hechos cotidianos y personajes comunes y corrientes. También por sus escenas eróticas, lejos de toda elegancia cortesana. Con eso mismo sigue maravillando a la posteridad.

Se consagra como el realista que representa una alegoría distinta, la misma que se quiso ocultar, ignorar o despreciar durante siglos. La luminosidad de su obra libera su espíritu.

En este retrato, Courbet representa el cuerpo femenino, tal, y como es, sin adornos ni trucos, al más puro estilo realista.

Tanto sus desnudos como sus paisajes, pintados con atrevimiento y caracterizados por una densa capa de materia pictórica, revelan su gran conocimiento de los grandes maestros del pasado, como Tiziano, pintor al que estudió con gran detenimiento en el Louvre.
La gran importancia reside en su forma de representar la naturaleza y los cuerpos desnudos de las mujeres. Los cuerpos femeninos son carnalidad pura, alejada de cualquier espiritualización, naturaleza erótica en su grado más intenso.

Sus preciosas obras con desnudos femeninos, escandalizaron, pero a la vez maravillaron a la vanguardia artística de la época.

Cézanne, al final de su vida al comentar este cuadro u otros desnudos de Courbet de “carnes abundantes”, escribió: “ Uno tiene la boca llena de colores, babea”.


Bibliofrafia:
El realismo de Courbet. Michael Fried
Dossier de L´Art.Courbet
Grandes Maestros de la Pintura Occidental


Place desVosges. Al lado de la casa de Victor Hugo

París. Calamanda.



“ Yo soy un courbetista, mi pintura es la única que tiene valor, yo soy el primero

y el único a la cabeza de mi tiempo. Se me acusa de vanidad. Yo soy en efecto el

hombre más libre y el más orgulloso de la tierra.”

Gustave Courbet

Estas palabras del propio Courbet son lo suficientemente elocuentes como para percatarnos de que fue un artista con problemas para ser aceptado, pero no para ser un líder, el líder del Realismo francés.


Le Désespéré, este cuadro, que da título a mi blog, es uno de mis autorretratos preferidos. A la vez que trae a mi memoria hermosos y gratos recuerdos. Espero que sea de vuestro agrado.

Calamanda.